¿Cómo pulir un suelo de hormigón? | Te contamos paso a paso

Los suelos de hormigón pulido son habituales en diferentes entornos comerciales y empresariales,  por su durabilidad y bajo mantenimiento. Sin embargo, a pesar de estas características, cada cierto tiempo es necesario retocarlo para mejorar su apariencia estética y su resistencia. En este artículo, trataremos cómo se realiza el procedimiento de pulir un suelo de hormigón. 

Antes de adentrarnos en el proceso de pulir un suelo de hormigón, es necesario conocer cuáles son sus características. De este modo, podremos entender de dónde vienen sus necesidades con respecto a los tratamientos.  

Estos se suelen fabricar principalmente con una mezcla de cemento, agua y agregados como grava y arena. Esta se suele verter en el lugar deseado y se deja fraguar y endurecer. El resultado es una superficie sólida y resistente sobre la que después se puede pintar y que es capaz de soportar el tráfico pesado y el desgaste diario. 

Sin embargo, con el tiempo, el uso continuado y la acumulación de suciedad, termina perdiendo su brillo y su aspecto original, y es necesario realizar tratamientos de pulido para mantener su apariencia y cualidades en buen estado. 

A continuación, detallamos los pasos necesarios para pulir un suelo de hormigón: 

Antes de comenzar el proceso de pulido, hay que preparar la zona. En esta fase, se deben llevar a cabo diferentes acciones. La primera es valorar el nivel de dureza del suelo, puesto que según sea esta, el tratamiento variará. 

Después, se debe limpiar la superficie con una pulidora industrial y agua, y puede ser necesario usar productos específicos como peróxido de hidrógeno, el amoniaco y el limpiador de fosfato (TSP), el agua con jabón no es suficiente. Una vez se puede observar con claridad el estado del suelo, habrá que reparar todas aquellas grietas y desperfectos con un mortero especial. 

El siguiente paso es realizar un pulido grueso con una máquina pulidora equipada con almohadillas abrasivas de grano grueso, entre 30 y 60. Primero se empieza con los más bajos y luego con los granos más altos. Esta etapa es la que permite eliminar todas aquellas imperfecciones superficiales, así como las manchas y las marcas de desgaste. Se debe trabajar en secciones pequeñas y asegurarse de cubrir todo el suelo de manera uniforme. También será imprescindible utilizar las protecciones pertinentes. 

Una vez completado el pulido grueso, es hora de pasar a un pulido intermedio. Cambia las almohadillas abrasivas por unas de grano más fino y repite el proceso de pulido en toda la superficie del suelo. Este paso ayuda a refinar la textura del hormigón y eliminar cualquier marca dejada por el pulido anterior.

El siguiente pulido es el fino, que lleva almohadillas abrasivas de grano muy fino para obtener un acabado suave y brillante. Una vez completado todo el proceso de pulir el suelo de hormigón, se pasa a la aplicación de un sellador, que será el que lo proteja en el futuro de manchas, derrames y desgaste. Se recomienda usar selladores con base al agua. 

Cuando el sellador ya se ha aplicado, se debe realizar el proceso de pulido final. Para este se usa una pulidora de alta revolución y pads con forma de diamante. Se debe trabajar despacio y en la dirección contraria a la aplicación del sellador. El resultado debe ser liso y brillante. Antes de usar el suelo, deben pasar entre 24 y 48h. 

Una vez que el suelo vuelve a estar operativo, es necesario continuar realizando labores de limpieza regular para que el pulido se mantenga en buenas condiciones. Además, puede ser necesario abrillantar el suelo cada cierto tiempo, para asegurar que sigue manteniéndose impecable, en el caso de que se haya optado por este tipo de acabado. 

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