Limpieza y desinfección en la industria alimentaria

La higiene es relevante en cualquier sector. Sin embargo, la limpieza en la industria alimentaria es particularmente importante, puesto que es necesario garantizar que los alimentos que ingerimos se conservan en buen estado. Pero, ¿qué aspectos hay que tener en cuenta cuando se realiza este trabajo profesional? 

La importancia de la limpieza en la industria alimentaria

Si bien pueden parecer la misma actividad, dentro del sector se distingue entre la limpieza y la desinfección. El primer procedimiento hace referencia a la eliminación de todos los restos de suciedad que pueda haber. Por ejemplo, polvo o materia orgánica, que se hayan quedado depositados en las distintas superficies y espacios que se utilicen. 
Una vez finalizado este procedimiento, se pasa a la desinfección, que consiste en la eliminación de todos aquellos organismos, visibles o no para el ojo humano. Y es que uno de los principales riesgos que existen en toda la industria de la alimentación es que los hongos o las bacterias no son siempre perceptibles a través de los sentidos. Cuando están presentes por no tomarse las medidas adecuadas, pueden llegar a repercutir negativamente en la salud de las personas. De ahí la importancia de los protocolos para prevenir riesgos
Para evitar que esto suceda, todas las labores de desinfección y limpieza en la industria alimentaria deben aplicarse en todos los elementos que intervengan en el procesado. Tanto si entran en contacto directo con los alimentos como si no, puesto que las contaminaciones también pueden ser cruzadas. 

¿Cómo se realizan la limpieza y la desinfección en la industria alimentaria?

Aunque pueda parecer irrelevante, la materia orgánica es en sí misma un impedimento para el funcionamiento de los productos de desinfección. De ahí que estos procesos vayan por separado. En primer lugar, es necesario eliminar todos los restos que puedan haber quedado de cualquier sustancia o alimento. Para ello, se utilizan los detergentes. 
A continuación, se procede con la desinfección, para la que se usan productos desinfectantes; si se usa por una metodología química. Al estar las superficies limpias, estos actúan directamente sobre los patógenos. No obstante, los productos deben tener en cuenta el tipo de superficie, el material del que están hechas y la finalidad. Otra opción son los métodos físicos, que abarcan medidas como las altas temperaturas o la desecación, entre otros. 
 En cualquier caso, el procedimiento suele abarcar cinco fases, que son las siguientes:
    1. Lavado inicial. Como se indicó, se debe eliminar la suciedad de mayor tamaño para incrementar la eficacia de los desinfectantes. 
    2. Aplicación de jabones detergentes. Actúan sobre la suciedad más dura o las capas de grasa de difícil eliminación. Además de los jabones, se pueden usar esponjas que no resulten abrasivas. 
    3. Enjuague. En esta fase, se eliminan todo lo anterior, preferiblemente con agua a altas temperaturas y a presión. 
    4. Desinfección de todos los elementos. De nuevo, los métodos varían según sean aquellos. Puede usarse la pulverización sobre superficies o la inmersión para piezas de pequeño tamaño. Aspectos como la temperatura o el tiempo vienen indicados por el fabricante. 
    5. Lavado final. Completados todos los pasos anteriores, se vuelve a aplicar agua limpia para eliminar los restos de los productos que se hayan empleado. 

Tipos de suciedades y productos

Para que la limpieza de la industria alimentaria sea eficaz, es imprescindible contar con la experiencia suficiente que permita identificar las distintas variedades de suciedades o gérmenes que tienden a acumularse en este sector. Y con ello, cuáles son las soluciones idóneas para su eliminación. Por ejemplo, la cal, la grasa o las bacterias son problemas frecuentes, que pueden derivar en infecciones como las escherichia, E-coli, salmonella o estafilococo.
Además de conocerlas, también se debe saber identificar dónde se encuentran, ya que aquí figuran todos los espacios y zonas a limpiar. Superficies, paredes y suelos; freidoras, filtros o extractores; cámaras frigoríficas; máquinas desmontables; fregaderos; utensilios de trabajo y cubos, principalmente. 
En cuanto a los productos, también hay diferentes categorías, que suelen clasificarse según sea el pH de los detergentes. De esta manera, se distingue entre los ácidos, los neutros y los alcalinos. Los primeros son los que se usan para restos inorgánicos, como el óxido o la cal; los neutros son adecuados cuando las otras dos variantes son corrosivas, y los alcalinos son los que llevan agentes tensioactivos, que incrementan la eficacia de la limpieza y previenen la formación de residuos. 
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